Hace 10 años me nombraron European Young Leader por segunda vez consecutiva. Los think-tanks que pensaron en mí, #Europanova y #Friends_of_Europe, argumentaron mi elección por el impacto de mi trabajo en el mundo de las organizaciones y en la sociedad. Nunca he sabido porqué merecí tal honor #sindromedelimpostor. Parece que hayan pasado siglos y varias vidas, pero mantengo un #agradecimiento_infinito por una oportunidad que me permitió conocer, conversar y pasar buenos momentos con talentos como Y.Varoufakis, D.Avramopulos, C.Moedas, S.Kappor, N.Rawal, C.Denis-Remis, J.Aanzi, y un largo etcétera de personas relevantes en la Europa de los últimos años.
Estábamos a las puertas de unas elecciones al Parlamento Europeo de 2014 que representaban una oportunidad única para volver a encarrilar el proceso europeo y proporcionar un liderazgo inspirador.
Acabado de superar lo más grave de la crisis financiera global, los temas sobre el tablero europeo eran múltiples; desde la conmoción por el drama griego y ajustes de austeridad impuestos por los países ricos a los más pobres; con el #grexit a la cabeza, cambio de bloques europeos; dejó de hablarse de Países del Este / Oeste para pasar al debate Europa del Norte / del Sur, diáspora migratoria y muerte a las orillas del Mediterráneo, etc.
Un tema por encima de todos, el desencanto de las jóvenes generaciones con el proyecto europeo y los nubarrones en el horizonte representados por idearios populistas, intolerantes, contrarios al proyecto europeo, nacionalismos exacerbados, cierre de fronteras, etc.
Aquellos 40 jóvenes, encerrados en 3 días de reflexión, tuvimos la oportunidad de debatir sobre la futura dirección de la UE y los desafíos políticos específicos, con el fin de desarrollar un entendimiento común de las cuestiones que estaban en juego en la UE. Nuestras conclusiones serían presentadas a las instituciones europeas, con sus comisarios al frente.
Hicimos nuestro diagnóstico, afirmando que cuando una crisis se prolonga demasiado, se convierte en una transformación y para hacer frente a esta transformación, Europa necesitaba una generación abierta de jóvenes líderes y formadores de opinión que la guiaran hacia el futuro.
Sugerimos implementar un sistema de liderazgo más eficiente en la UE, con formas más modernas de interactuar con los ciudadanos y de desarrollar y compartir una narrativa coherente.
Por entonces, afirmamos que la UE carecía de una narrativa común para ganar y mantener el interés público en su política y en sus políticas. Diagnosticamos que los responsables europeos en la toma de decisiones estaban atrapados en la "burbuja de la UE" y que seguían alejados del contacto con las necesidades de las personas a las que se supone que sirven.
Identificamos que el descontento público con la UE explicaba, en parte, la oportunidad para los partidos populistas y nacionalistas, cuyo aumento potencial amenazaba una mayor integración de la UE, al mismo tiempo que los partidos políticos tradicionales se estaban alejando de sus partidarios.
Para luchar contra ese creciente populismo y hacer frente al desinterés de la opinión pública por la política europea, los principales partidos políticos deberían esforzarse por comprometerse más con los jóvenes, integrando las tecnologías y los medios sociales en una combinación de democracia representativa y participativa.
El nuevo liderazgo en la UE debería ser dinámico y diverso. En lugar de elevar a los líderes nacionales al nivel europeo, sugerimos que se necesitaban nuevos líderes que se identificaran a sí mismos como europeos para simbolizar la diversidad de la sociedad europea.
La realidad es que estamos en un sistema incapaz de crear líderes verdaderamente europeos. En su lugar, simplemente trasladamos a líderes nacionales al nivel de la UE.
En esta línea, una de mis intervenciones, se reportó a las autoridades europeas literalmente así:
“Many political parties see the EU as an elephant graveyard where elder politicians go to die with dignity. This only increases the disengagement of young people,” noted Young Leader Josep-Maria Gascon. “Much remains to be done to create an atmosphere in EU politics to engage new constituents”.
Otra de esas conclusiones fue que, si 40 personas talentosas de menos de 40 años procedentes de toda Europa y con toda diversidad de trayectoria formativa e ideológica estábamos alejados de nuestras familias y obligaciones profesionales durante 3 días para simplemente hablar del proyecto europeo, de modo totalmente altruista y sin más remuneración que la emocional de descubrir nuevas perspectivas intelectuales, es que todavía quedaba esperanza.
Y nos comprometimos a dar un paso más. Nos comprometimos a que cada uno y cada una pusiera su granito de arena, desde sus propios altavoces y posiciones, a avanzar en esa voluntad de servir al bien colectivo.
Mis compromisos más visibles fueron dos. Por un lado, estoy orgulloso de haber redactado y sido el impulsor del European Manifest for more Women in Leadeship Roles, cuyo principal foco era fomentar el liderazgo femenino e igualdad de oportunidades, con acciones como que ninguno de los EYL varones aceptaríamos participar en Consejos de Administración, Comités de Dirección, Conferencias, Mesas Redondas o Debates públicos en los que no hubiera representación femenina. Queda mucho por avanzar, pero tras 10 años, puedo decir con orgullo que lo he cumplido con creces y no sólo no he perdido oportunidades profesionales, sino que me reconforta haber generado oportunidades para el talento femenino.
Por otro lado, un par de años después, me comprometí con el servicio público, abandonando mi trayectoria ejecutiva y dediqué mi experiencia, conocimientos y energías a la política. Asumí una responsabilidad pública en el área de la competitividad empresarial. Sin tener carné de partido. Allí me pillé los dedos, pero bien hasta el fondo, y comprendí el rechazo de la mayoría de aquellos 40 talentos europeos en implicarse directamente en política.
Mantengo el gusanillo del servicio público, pero la política ya no me interesa. De todos modos, yo ya no muevo molinos. Es el turno de los más jóvenes. A esos, les hemos fallado.
Mi hijo, 18 años recién cumplidos, sus primeras elecciones. Ha crecido en varios países, habla cuatro idiomas, ha participado en diversos intercambios europeos y, sin embargo, desde su profunda alma política, activista e idealista como corresponde a su edad, se plantea no ir a votar convencido de que su voto no sirve de nada y que nada va a cambiar.
Pues eso, les hemos fallado.
Sin embargo, como mantengo la esperanza y la convicción de que el proyecto europeo es la mayor estructura de paz, prosperidad y equidad social de los últimos 100 años, escribo estas líneas instado por mi buen amigo Hugo Newby, que esta semana me hizo ver las razones por las que todavía merece la pena expresar mi opinión sobre la gravedad del momento político en que vivimos. Hugo no puede votar porque tiene nacionalidad inglesa. Me comprometo a votar bien también por ti, Hugo.
Con ello, os invito a presentaros ante vuestro colegio electoral este domingo y depositad vuestro voto por cualquiera de aquellas opciones que no excluyan los derechos humanos, promuevan la inclusión y crean en el proceso democrático. No demos por sentado todo lo que se ha logrado en las últimas décadas. La democracia es frágil y hay mucho en juego.
Josep-Maria
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